domingo, 4 de diciembre de 2011

Las "lástimas"

Uno de los legados de la filosofía zen es la idea de no dejarse llevar por las cosas materiales. Tengo un profesor que un día, como frase estelar nos dijo: “no cargues con las cosas, sólo deja que te acompañen”. Aunque parezca simple, este concepto me pareció muy interesante. 

¿Para qué ir acumulando recuerdos pesados? ¿Para qué llevar siempre el peso de objetos que fueron importantes en un pasado? ¿Los necesitamos ahora?
Aplíquese tanto a pensamientos como a cosas materiales. 

El caso es que es mejor no sentirnos atados. 
¿Desde cuándo te esclavizan tus propios objetos?
Sin embargo, involuntariamente lo hacen. 

Todo empieza cuando estás en casa, ves aquella figurita que te regaló la madre de tu ex y dices: “ay no la tiro, que da lástima…”
Aplíquese a cualquier objeto material sea de la suegra, el suegro, tu hermano/a… 


En el momento en que pronunciaste la palabra “LÁSTIMA” quedaste preso. Desde entonces cargas con ese pequeño peso. Pero si sólo se tratara de peso… ¿y el espacio? ¿Cómo vas a renovar tu casa si la tienes plagada de “lástimas” inservibles…?

Es necesario renovarse: dejar que nuevas ideas entren en tu mente, dejar que otro panorama adorne tu vida… sólo se trata de ser capaz de desligarse de las “lástimas”.



Propongo una idea que nos hizo poner en práctica este profesor:
Entre un grupo de amigos/as, compañeros/as… hacer una rifa aportando cada uno una “lástima” que tenga por casa. Tras la rifa se aceptan los trueques. De este modo, lo que a uno no le sirve, otro puede darle uso. Es así más fácil deshacerse de las “lástimas”.

3 comentarios:

  1. Siempre es difícil desacerse de las cosas que tienen un significado especial, o que simplemente están relacionadas con unos recuerdos. Pero en realidad, si todo eso quedó atrás hay que mirar hacia delante, por muy duro que sea, y dar el paso y deshacerte de esas "lástimas" que cargas.

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  2. Ese profesor era Juan? Me encanta la idea.

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  3. Sí!! :) en didáctica de la historia y la geografía, ¿le conoces? vaya, ¡las casualidades!

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