viernes, 10 de diciembre de 2010

Reírnos de nosotros mismos

A mediodía cuando volvía a casa después de una larga mañana, con la cabeza gacha y esa expresión de saturación que llevamos las personas demasiado a menudo; me distrajeron unas risas que se acercaban. Se trataba de un grupo de recolectores de naranja. Por sus gestos caí en que comentaban en lengua extranjera cómo toda su ropa se había enfangado en el campo y reían. Entonces recordé que los había visto a primeras horas de la mañana, cuando aún es de noche, esperando para que los llevaran al campo. Y pensé en su vida: probablemente la precariedad azotaba sus pasos, el hielo de una sociedad que no es la suya quizás les cale los huesos... y apesar de eso reían. Más que yo.
Y os propongo hoy, ¿por qué no reírnos de nuestras propias desgracias? A veces viene bien eso de no adoptar el papel tan fácil del “hay pobre de mí” y tomar un poco del buen humor que endulza un poco la vida diaria. ¿Es que no es más positivo levantarse sonriendo de una caída?

2 comentarios:

  1. La verdad es que sí, reír de las caídas es algo necesario. Pero, ¿y si el dolor de la caída pesa demasiado? En ese momento no podemos reír, aunque deberíamos hacerlo. Creo que el negativismo de esta sociedad acaba por contagiarnos a todos.

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  2. he caido por casualidad en tu blog, y me encanta, te sigo :) besos!

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