Cuando nacemos, en lugar de venir con un pan bajo el brazo tal como piensa el refranero popular, llegamos con un guión. Es el guión de lo que seremos. Desde pequeños se nos acuna en los brazos del Entorno Próximo. Nuestro alrededor nos sugiere a voz baja pero firme lo que “debemos ser”. A ello corrobora la familia, las amistades, la gente del barrio… con aquellos comentarios de: “ha salido a su madre”, “es igualito a su padre”, “si ya sabíamos cómo iba a ser este niño”…
Y casi sin darnos cuenta, el mundo exterior nos va revelando el guión con el que llegamos a la Tierra, es decir, todos nos muestran cómo esperan que seamos.
Para encontrar la definición formal de esto nos remitiríamos a: “el ambiente condiciona al sujeto”.
¿Estáis de acuerdo? Aquí nos encontramos ante una encrucijada, ante un gran tema de debate. Hay quiénes están soportan esta teoría y otros que discrepan sobre ella. Pero hoy no pretendemos solucionar una disertación sociológica. A título personal, a mí este tema me hace recuerda a una de mis frases para la vida de propia cosecha:
“Es único aquél que no fue como su alrededor le dijo que debía ser”.
La verdad es que es muy fácil comportarnos como esperaban que lo hiciéramos, estudiar lo que nos sugirieron que era “lo mejor para ti”, trabajar en el negocio familiar sin vocación, vestir así porque está de moda… ¿Y si un día ese guión con el que nacimos se quemara? En ese caso estaríamos perdidos. Los triunfadores serían las personas únicas, las que no siguieron modas y pensaron diferente.
Por un momento, rebuscad vuestro guión. Leed las pautas que el ambiente os dictó al nacer… si en algún momento hicisteis algo por modificarlo un poco: aún queda esperanza.