¿Nunca os ha pasado que os hablen de un tema y digáis: “bff, para qué tengo yo que escuchar este rollo”? Muchas veces, seguro.
Pero esto ocurre hasta llegado el momento en el que algo en dicho tema capta nuestra atención.
Fue mi caso el otro día cuando escuchaba acerca de la situación social y política de una lengua. Para ahorraros todo el discurso, aquí os planteo un pequeño resumen:
Durante la represión política todos los hablantes de una lengua vetada por la censura se unieron para hacer florecer escritos que ponían de manifiesto su existencia. Cuando la dictadura llegó a su fin, los hablantes de dicha lengua, en lugar de permanecer unidos para reavivarla, comenzaron a separarse. Se inició entonces un odio entre ellos, bajo el argumento de que todos no hablaban la misma lengua sino que ésta era diferente según regiones.
Os preguntaréis: “si ahora podían seguir sacando juntos esa lengua adelante, ¿por qué comenzaron a separarse?” La explicación yace en la política y el poder. En el momento en el que desapareció su enemigo común, necesitaron buscar otro enemigo.
Seguramente, alguien esté extrapolando en su pensamiento este tema a otros muchos que nos son cotidianos. Quizá penséis que todo fue una tontería y que no debieron dejarse llevar por las ansias de dominación y poder así como por la envidia. Cierto. Sin embargo, es tan fácil caer…
Ahora, pensemos en los hechos que nos rodean y los que recordamos. La historia que os expliqué recuerda a todas las guerras: todos olvidaron sus diferencias y se unieron para luchar contra un enemigo común. A día de hoy, ¿quién es nuestro enemigo? ¡Son tantas las pancartas que adornan muchos edificios de las ciudades demandando justicia para el pueblo…! Esto es una muestra de que podemos unirnos.
¿Hasta cuándo será posible esto? ¿Llegará un día en el que llegados al poder no olvidemos a los que nos ayudaron a subir? ¿O siempre se necesitará de un enemigo común?